Los que me conocéis bien, sabéis que insisto una y otra vez tras la lección aprendida:
Es muy importante tener ambiciones, querer llegar tan lejos como podamos, proyectar nuestras carreras profesionales, intentar alcanzar lo más alto… pero no a costa de lo más importante.

Vivimos en una sociedad que nos lo exige todo y cuando nos implicamos y funciona, sucumbimos a una «borrachera» de trabajo que nos impide ver lo que está pasando a nuestro alrededor.
Dejamos a nuestros hijos en manos de terceros, pagamos los mejores colegios que nos podemos permitir y llenamos sus pequeñas vidas de actividades extraescolares, porque así nos sentimos mejor y los tenemos ocupados.
Cuando llegamos a casa, en el mejor de los casos si están despiertos, estamos tan cansados que apenas nos quedan fuerzas y paciencia para atenderlos pero, en ocasiones incluso los encontramos dormidos.
Así que cuando llega el fin de semana o la Navidad, nos sentimos tan culpables que les damos todo, lo que piden y también lo que no piden.
Pero ¿habéis pensado lo que de verdad quieren nuestros hijos?
No dejéis de ver la campaña de IKEA, anoche, cuando me pasô el enlace Christian Delgado, recordé una frase que me dejó marcada hace unos años e hizo que cambiara por completo el orden de prioridades de mi vida:
«Mamá, pero si cuando te necesito nunca estás en casa»
Y, aunque choque porque no es lo que se espera, asî le respondî a Pau Garcîa Milá a su pregunta sobre qué le dirîa a la Fátima de hace 15 años, si me encontrara ahora con ella (Última respuesta del vídeo)

Tomemos nota, prioricemos y demos  importancia a la conciliación familiar. Hay momentos irrecuperables que no los paga ni el mejor proyecto, ni la mejor empresa, ni el mejor trabajo del mundo.