Parece que manejar una cuenta en redes sociales es un juego de niños, pero realmente su mal uso, entraña una serie de consecuencias que, si no somos capaces de medirlas, puede ocurrir que a la larga nuestros comentarios nos pasen factura.
Nadie sabe qué va a ser de nuestra vida dentro de unos años, ni que nos depara el futuro, ni en qué situación nos encontraremos, lo que ya nadie debería dudar es que lo que compartimos en Internet es una parte esencial de nuestra seña de identidad digital.
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Cuando estamos participando en una red social, pensamos que un comentario en un momento dado no tendrá la menor importancia, que una foto que compartimos subidita de tono, no tendrá mayores consecuencias, o que un determinado acto que defendemos hoy a ultranza, mañana podemos estar totalmente en contra, pero lo más grave es que por mucho tiempo que pase, hoy en día todo queda reflejado y es muy sencillo encontrar cualquier información compartida que nos pueda perjudicar.
La nueva moda es que si te pillan en un renuncio cierres tu cuenta, pero esto no soluciona nada. Las capturas de pantalla corren que vuelan y siempre habrá alguien que tenga la prueba irrefutable del delito.
Podemos enumerar casos pasados y sobre todo casos recientes, en los que a unos les ha costado una concejalía, a otros estar en boca de todos y a otros sin ir más lejos dejar de cumplir un sueño.
Si hacemos memoria, el ex presidente de Extremadura José Antonio Monago, cerró su cuenta cuando fue pillado in fraganti jugando al «Doodle Jump». No hubiera sido tan grave, de no ser porque unas semanas antes le ocurrió lo mismo a la Ministra Fátima Bañez, por lo que ya llovía sobre mojado.
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Otros políticos y empresarios nos avisaron del cierre de sus cuentas cuando vieron las orejas al lobo.
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Pero curiosamente, cuando pasó la tempestad, volvieron a las redes según ellos  «poco democráticas» y que «no les dejaban vivir» y hoy nos encontramos con que están absolutamente activos.
Por su parte, en estas últimas elecciones hemos visto cómo Guillermo Zapata, cerraba también su cuenta de Twitter para intentar «borrar» su historial de tuits. Seguro que en 2012 ni de lejos podía pasar por su imaginación que tres años después sería nombrado concejal de cultura del Ayuntamiento de Madrid (y destituido al instante por sus tuits).
El último caso lo hemos vivido hace unos días con el jugador de fútbol Julio Rey ¡En qué momento se le ocurrió compartir el dichoso tuit (pensará ahora), que le ha impedido incorporarse al Deportivo! Solo tenía 17 años en 2012 cuando se le ocurrió la brillante idea, pero eso no le exime para que el Club, tres años después, haya decidido desistir de su fichaje. Un sueño quebrado por un tuit.
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Pero no nos equivoquemos, esto no solo les pasa a políticos, futbolistas y famosos. Esto está pasando cada día  en las selecciones de personal de miles de empresas, donde candidatos son eliminados por su forma de comportarse en las Redes Sociales.
Estas noticias las leemos demasiado a menudo «Su futuro jefe decidió prescindir de ella tras ver un comentario negativo sobre su empleo en una conocida red social» (Artículo ABC)

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No nos equivoquemos, las Redes Sociales no son un juego.
Seguiremos insistiendo, cuidado con lo que compartimos en Redes Sociales, podemos perder nuestro trabajo antes de empezar.