Curiosamente mi primer ordenador  fue un Macintosh .

La verdad es que no entendía nada de tecnología y cuando entré en mi despacho recién estrenado y vi aquella «máquina» encima de mi mesa lo primero que sentí fue un miedo atroz ante lo desconocido.

Por no saber, no sabía ni como encenderlo y por supuesto manejarlo.

Hablo de principio de los 90 donde todavía, en la mayoría de las empresas españolas.  lo habitual era trabajar con máquinas de escribir, esas Olivetti mejoradas que en el mejor de los casos eran eléctricas. Muchos periodistas y publicistas aun utilizaban el papel de calco para realizar copias de sus escritos.

Curiosamente al llegar al mundo 2.0 uno de los primeros regalos que recibí para «mi nueva vida» fue un Iphone. Si bien ya había tenido un Ipod, manejar aquel teléfono los primeros días, (siempre digo que el Iphone no es un teléfono si no que además de otras muchas cosas sirve para llamar)  me hacía sentirme bastante torpe, pero finalmente la utilización intuitiva, la suavidad, el tacto, el diseño y sobre todo la funcionalidad de este terminal transformó mis experiencias comparándolo con cualquier otro antes conocido. Desde entonces, el Iphone se ha convertido en mi compañero de trabajo insustituible.

Steve Jobs nos ha cambiado la forma de sentir la tecnología a toda una generación, que tuvimos que enfrentarnos a un cambio profundo en la forma de trabajar.

La tecnología con Apple se ha vuelto comprensible e intuitiva y la elegancia y estética de sus productos ha sabido calar en todos los consumidores sin diferencia de edades.

Steve Jobs con Apple ha conseguido como ninguna otra marca tener un batallón de verdaderos y estupendos  «Prosumer» que una vez han probado sus productos se han convertido en verdaderos embajadores de su marca, consiguiendo contagiar la magia Apple a todo su entorno.

No he conocido durante todos estos años a ningún usuario de Mac, Iphone, Ipad ni Ipod quejarse de ningún producto, antes al contrario, cada uno de ellos ha sabido trasmitir al resto las bondades que le ofrecían  estos aparatos, terminales, tablets u ordenadores.

Muchos detractores de Apple lo son por el precio y/o porque simplemente nunca han utilizado ninguno de sus productos. Ciertamente los precios son elevados, pero la relación precio calidad está más que justificada.

Steve Jobs ha sabido posicionar una empresa gracias a la innovación en lo más alto, ha sabido utilizar el marketing y el diseño como nadie, adelantarse a los tiempos, ha conseguido hacer sentir especiales a los usuarios y todo esto no es más que un enorme éxito empresarial que aunque algunos les cueste reconocer, pasará a los anales de la historia.

Hoy el mundo de la tecnología está conmocionado, pero como Jobs dijo en alguna ocasión:

«Ser el más rico del cementerio no es lo que más me importa. Acostarme por la  noche y pensar que he hecho algo genial es lo que más me importa».

Solo me resta decir:
¡GRACIAS!

  • Hola Fátima,

    Mi primer ordenador también fue un Mac y fue como un pequeño enamoramiento. Ahora estoy intentando que mis amigos me dejen en paz para decidir si compro un Iphone u otro Smartphone. Pero, como tú dices, el tacto, lo intuitivo…me tira mucho.

    Felicidades por tu blog, me suele gustar lo que escribes y cómo lo haces: sencillo y cercano.

    Hasta pronto.

  • Hola Cristina

    Durante años en la empresa me dieron BB y la verdad es que comparadas con el Motorola o el Nokia tradicional pasábamos a otra dimensión, pero el Iphone no tiene nada que ver. Se produce una conexión especial y te aseguro que terminas «amándolo» y perdona la expresión pero de verdad que enamora.
    No lo dudes, en casa hay un Galaxy y no tiene nada que ver por mucho que sea táctil y tenga aplicaciones.
    Muchas gracias por tu comentario sobre el blog, creo que la mejor manera de explicar las cosas es trasmitiendo con la propia experiencia.
    Un abrazo

  • Uno de los escasos privilegios de haber llegado a mi edad es haber conocido y sufrido servilmente un mundo informático sólo accesible para los ingenieros de sistemas; el resto de los mortales nos servíamos dolorosamente de aquellos tremendos ordenadores que requerían unas condiciones de temperatura, humedad y aislamiento que los encapsulaba en regiones inexcrutables. Los especialistas informáticos del momento utilizaban un lenguaje ininteligible para el resto de los mortales. Cuando la computadora paría finalmente la información lo hacía sobre «papel pijama», bobinas atravesadas con bandas de color para facilitar la lectura de unos datos representados de forma totalmente desabrida y antipática.
    Trayendo ahora aquellos recuerdos me parece increíble que nuestra relación con las computadoras fuese tan áspera y que tan sólo fueran accesibles para los druidas de la informática.
    El Mac que estoy usando para esta respuesta tiene una capacidad de memoria y procesamiento varios cientos de veces superior a aquella supermáquina que ocupaba un espacio (perfectamente aislado) de más de 300 metros cuadrados en la oficina de Aguilar en la calle Juan Bravo de Madrid. Mi Mac no ocupa más que la carta de un restaurante y es suficientemente ligero como para que yo lo porte sin problemas. Sigo siendo un lego en la cibernética de ordenadores pero no tengo especial dificultad para usar procesadores de texto, hojas de cálculo, bases de datos, programas para presentaciones, …
    Recuerdo muy bien cuando, veraneando en la sierra de Madrid, acompañaba a mi madre a la centralita telefónica del pueblo para que una especialista intentase comunicarnos por conferencia con mi padre, sacrificado trabajador estival que solamente podía reunirse con la familia los fines de semana. Y recuerdo muy bien la cola de espera si no aprovechábamos la hora común de la comida. Y el entresijo tremendo y fascinante de cables y clavijas que manejaba la operadora desde su formidable cuadro de mandos. Y, por fin: «pase a la cabina 2». Y la lejanía inmensa de aquella voz de mi padre distante apenas cincuenta kilómetros. Y la audición entrecortada. Y los intentos fallidos.
    Hoy manejo un Iphone con infinita mayor soltura que la de la operadora del pueblecito de la sierra con su cautivadora centralita. A veces hablo con algún amigo residente en USA sin mayor misterio. Pero el mismo aparato se ha convertido en mi agenda, supliendo la memoria que tan escandalosamente me va faltando. Me sitúa en el punto geográfico exacto en que me encuentro. Me traza detalladamente la ruta a seguir para alcanzar el destino más estrafalario. Me informa sobre lugares y puntos de interés próximos a donde estoy en cada momento. ¡Y hace unas fotos digitales prodigiosas!
    Todo ello se lo debo a Apple, la compañía fundada y, hasta recientemente, dirigida por el genio creativo de Steve Jobs. Ese superhéroe me ha (nos ha) transformado totalmente la vida. Ha sometido las máquinas a nuestras necesidades y aptitudes básicas. Y, con ello, nos abrió un mundo radicalmente nuevo para nuestras posibilidades de comunicarnos. Y, además, diseñó las máquinas con una bellísima estética. Y, además, nos ha dejado un formidable ejemplo de vivir el trabajo apasionadamente.
    ¡Muchas gracias Steve Jobs!

  • Recuerdo perfectamente aquella centralita y aquellos cables que manejaba con suma soltura la operadora y esas cabinas donde esperábamos escuchar la voz del otro lado.
    También recuerdo esas cartas en sobre de avión a Argentina que tardaban una eternidad y que cuando llegaban con fotos de la familia que se había ido a vivir fuera del charco todos nos sentábamos alreddedor de la mesa para ver el crecimiento de los niños (con meses de retraso) o esas cintas magnetofónicas donde escuchábamos sus voces.
    Ahora un simple terminal consigue conectarnos en décimas de segundo como muy bien explicas, compartimos fotos y videos en tiempo real, podemos reservar mesas en nuestros restaurantes preferidos, llevar nuestras tarjetas personales con tan solo un código QR en nuestro móvil, hablar con nuestros amigos o chatear sin coste alguno, saber cuando pasa el autubús por la puerta del lugar donde nos encontramos o qué linea es la más cercana para llevarnos a punto de destino, Podríamos estar ennumerando aplicaciones durante horas.
    Muchos dirán que Steve Jobs no fue el inventor de todo esto y en muchos casos llevan razón, pero ha sabido meter en nuestras vidas estos maravillosos aparatos que la han hecho mucho más cómoda y fácil. Gracias por tu aportación Carlos.

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